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Manolo Valdés (Valencia, 1942)

Ribera como pretexto

1988

INFORMACIÓN DE LA OBRA

Óleo sobre arpillera, 200 × 152 cm

En noviembre del año 1981 muere Rafael Solbes y se cierra el ciclo del Equipo Crónica, en el que Manolo Valdés había estado plenamente implicado desde su fundación. Inicia entonces una carrera en solitario en la que mantiene algunos aspectos fundamentales del Equipo, como la lectura continuada de la historia de la pintura como fuente inagotable de formas con las que establecer un diálogo siempre renovado. A mediados de los años ochenta, Valdés reorienta su trabajo hacia la materia. A diferencia de las tintas planas y la ausencia de gestos pictóricos propios de su etapa anterior, en su pintura empieza a aplicar texturas pronunciadas, pinceladas plenamente visibles y cargadas de color, además de telas burdas de arpillera cosidas y cubiertas con gruesos empastes. En la escultura, que va ganando protagonismo en su trabajo, los materiales y los formatos se amplían considerablemente. Para el artista siempre tuvo interés la materia; no en vano, se ha manifestado en diversas ocasiones interesado por la tradición de la pintura matérica desde el informalismo.

Infanta doña Margarita VII e Infanta doña Margarita X forman parte de la serie Las meninas, temática que ya había sido objeto de atención por parte del Equipo Crónica y lo seguirá siendo para Valdés hasta la actualidad. Desde mediados de los ochenta realiza varias versiones sobre tela, contrachapado o papel, escultura con chapas de plomo y zinc… del retrato de La infanta doña Margarita de Austria pintado después de 1660 por Juan Bautista Martínez del Mazo, discípulo y yerno de Velázquez, a quien se le atribuyó durante mucho tiempo este retrato conservado en el Museo del Prado. En estos cuadros la calidad táctil y textural ya se percibe a través de un color aplicado con empastes, toques de blanco creando brillos, rosados, grises y plateados que evocan los tonos velazqueños, interpretando también la orla enjoyada que decora a la infanta en el retrato, aquí convertida por Valdés en un enérgico trazo negro diagonal. Largas pinceladas en distintas direcciones reinterpretan las que aparecen en el cuadro de referencia en la seda del vestido y guardainfante de doña Margarita. Como en otros muchos cuadros, estas infantas de Valdés carecen de rostro, que se resuelve solo con una mancha de color que devuelve la atención del espectador al tratamiento pictórico del motivo, hacia el signo y no el significado.

Ribera como pretexto (1988) corresponde a una etapa algo posterior en la que las texturas se acentúan mediante el uso de arpilleras cosidas toscamente, visibles en toda su aspereza e irregularidad. La tela solo está parcialmente cubierta de color: en el lateral izquierdo, un pardo oscuro evoca los fondos tenebristas de la pintura barroca española. La figura blanca, una vez más sin rostro, reinterpreta, aislándola, el santo del Martirio de san Felipe de José de Ribera (1639, Museo del Prado) que toma como «pretexto» para plantear esa nueva etapa fuertemente matérica y desgarrada. [Carmen Bernárdez]