Agustín de Riancho (1841-1929)
Paisaje montañés
Hacia 1884-1890
INFORMACIÓN DE LA OBRA
Óleo sobre lienzo, 232 x 452 cm
Obra de gran formato, totalmente inusual en el catálogo del artista cántabro, producto posiblemente de un encargo y pintada al poco de regresar de su larga estancia –más de veinte años- en Bélgica1. El lienzo posee un desarrollo que tiende a lo panorámico, en amplia y generosa composición paisajística de típico registro en Riancho, articulado horizontalmente en uve, con un bosque de robles y alisas roto por el curso central de un río. El punto de vista de este paisaje parece coincidir con otro que lleva a cabo unos cuarenta años después, titulado La primavera (1928) y perteneciente al Museo de Bellas Artes de Santander. Se trata de un paisaje característico en su trayectoria, perteneciente a su etapa pictórica más burguesa, propio de su adaptación a los gustos locales santanderinos del momento. El lienzo está llevado a cabo desde la toma de apuntes del natural, tal y como lo aprendió de Haes, apuntes que realiza al carboncillo y que luego cuadricula para trasladarlos fielmente al soporte. La inspiración directa del natural, producto de sus habituales y largas caminatas, nos lleva a la identificación general del paraje, cerca siempre de donde él vivía en Entrambasmestas, recodo que podría tener al Pas por río protagonista.
Aunque este paisaje no posee el fresco y moderno naturalismo que casi siempre le ha caracterizado, debido en buena medida al enorme despliegue del formato y a la adaptación a los gustos locales, no obstante sí aflora con evidencia la unidad de toda la composición, así como su apasionado amor por la naturaleza. La unidad es debida a su magnífica técnica pictórica, destacando la perfecta integración del celaje en el resto de la composición, elemento que realiza justamente al final a base de multitud de pinceladas transversales que inundan toda la masa arbórea, consiguiendo con ello que se acreciente la sensación algodonada de todas las copas de los árboles. Resulta curiosa la solitaria presencia de un pescador, caña en mano, con camisa blanca y con la cabeza cubierta por una no menos curiosa boina roja, detalle que también aflora en obras de esta época cronológica, como en A nidos (1887), Niños bañándose en el río (1888), Pastor de ovejas (1891) o Cascada bravía (1888), todas ellas pertenecientes a colecciones particulares de Santander y elemento que no volverá a aparecer más en su larga trayectoria y que algunos han venido a interpretar de acuerdo a un sentir carlista (¿?)2. El pescador nos da el registro y la proporcionalidad del paisaje; no se trata de un elemento que haga tomar la obra como de asunto costumbrista –no busca ser crónica de algo-, aunque el lienzo posea este detalle regionalista.
1 Tras su formación inicial en Madrid teniendo por fundamental maestro a Carlos de Haes, y por recomendación de éste, parte a Bélgica en 1862 para continuar su formación con Françoise Lamorinière e iniciar después su independencia artística profesional; regresa a Cantabria el 14 de abril de 1884; esta larga estancia en Europa es fundamental, por cuanto adquiere un bagaje naturalista europeo moderno, de la mano de las directas influencias que adquiere de Corot, Courbet, Dupré..., y porque es un directo conocedor de todas las novedades artísticas del momento (Cfr. de Carretero Rebés, S. y Bedia Casanueva, D., Agustín de Riancho (1841-1929), Museo de Bellas Artes de Santander, Santander, 1997). 2 Este pescador fue eliminado mediante superposición de un repinte y fue recuperado hace unos veinte años; se desconoce el momento y la corrrespondiente intención de su eliminación.
Salvador Carretero Rebés