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Joaquim Mir (Barcelona, 1873-1940)

L’arbre gran. Sa Calobra

Hacia 1903

INFORMACIÓN DE LA OBRA

Óleo sobre arpillera, 98,5 × 174 cm

OTRA INFORMACIÓN

Firmado en el ángulo inferior derecho: «Joaquim Mir»

Joaquim Mir fue el artista más genial del postmodernismo catalán, el que con más claridad supo crear un lenguaje tan moderno como el de los más avanzados artistas europeos de su tiempo. Dotado de un talento pictórico natural, supo sintetizar una serie de estímulos y sugestiones que, sin conocer París –circunstancia rara en un artista catalán de su tiempo–, cristalizaron espontáneamente en una pintura muy original.

Amigo de la infancia de Isidre Nonell, como él fue alumno de Lluís Graner y pasó por la Escuela de la Llotja sin demasiado entusiasmo. Coincidió con su amigo también en la Colla del Safrà, el grupo que partiendo del «suburbialismo» importado de París por Ramón Casas y Santiago Rusiñol, dio varios de los mejores artistas del postmodernismo catalán.

Laderas de Montjuïc es un importante óleo de esta etapa juvenil. De factura realista y luminosa, en la tradición local de un Mas i Fontdevila, su composición de paisaje con figuras, una de ellas en primer término, lo relaciona con La catedral dels pobres [La catedral de los pobres] (1898, Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, en depósito en el Museu Nacional d'Art de Catalunya), la obra maestra del Mir joven, si bien carece del contenido «social» de esta.

Entre fines de 1899 y 1903, Mir residió en Mallorca, primero en compañía de Rusiñol y luego solo, encerrándose cada vez más en un mundo grandioso pero inhóspito que se centraba en el fiero paisaje del Torrent de Pareis.

L’arbre gran. Sa Calobra [El árbol grande. Sa Calobra] pudo ser pintada durante este retiro del pintor. Su factura, de largas pinceladas, aún denota la proximidad del pintor simbolista belga William Degouve de Nuncques, aunque un mayor abocetamiento de la concepción del cuadro nos llevaría a situarlo al final de su estancia en la isla y no al principio, cuando Mir aún tenía mucho apego a la factura muy acabada.

Tras un periodo internado en el manicomio de Reus (1905-1906) por una lesión cerebral tras una caída en la isla, vivió unos años felices y artísticamente muy fructíferos en la zona del Camp de Tarragona. En el segundo lustro de siglo, su mejor época, llegó a descomponer la realidad en manchas de color que no son ya impresionistas, sino que conllevan un concepto plástico rigurosamente nuevo. Estas manchas, que forman conjuntos de paroxística belleza cromática, llegan a menudo a una abstracción que roza la no figuración antes de que Kandinsky la inaugurase declaradamente. Primavera encaja por su factura con el estilo de este periodo.

Aigües roges [Aguas rojas] fue pintada poco después, durante una estancia en Caldes de Montbui entre 1919 y 1921. La composición aún patentiza en esta obra su antigua admiración hacia Rusiñol, con esta valoración preferente de una amplia franja de tierra sin anécdota. Es este un Mir enérgico, en la línea del impresionismo de tonos turbios de su etapa de la Colla del Safrà, pero ya plenamente dominador de su medio de expresión artística.

De plena madurez es L’hort dels escolanets. Montserrat [El huerto de los monaguillos. Montserrat], ejemplo de la consolidación en su obra de un realismo luminoso, traducido gracias a un dominio ágil y fluido de la técnica del óleo, ya alejado de resonancias simbolistas o de experimentos personales de descomposición cromática de la realidad. [Francesc Fontbona]