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Antoon van Dyck (Amberes, Bélgica, 1599 – Londres, 1641)

El obispo Jan van Malderen

1628-1631

INFORMACIÓN DE LA OBRA

Óleo sobre tabla, 125 × 97 cm

Nacido en Amberes en una familia de posición desahogada e inusualmente dotado para la pintura desde muy joven, Antoon van Dyck tuvo una primera formación con el pintor Hendrick van Balen. Con apenas dieciséis años pasó a trabajar con Peter Paul Rubens, en ese momento el artista más relevante de los Países Bajos. Su relación no se basó en la típica relación maestro-aprendiz; de hecho nunca entró oficialmente en su taller. De su mano ingresó muy joven en el gremio de pintores de Amberes, lo que le permitió convertirse en maestro independiente. Sin embargo, la relación con Rubens se mantuvo en una suerte de colaboración entre iguales en la que Van Dyck ponía su precoz capacidad al servicio de Rubens, y a la vez aprendía de este no solo las cuestiones derivadas de la práctica artística, sino también las estrategias del propio oficio de pintor. Entre ellas, el contacto y tratamiento con los mecenas y la necesidad de reproducir las obras propias en varias versiones tanto pintadas como grabadas para mejor difusión de su actividad artística. En todo caso, la relación de ambos sería de cierto magisterio por parte de Rubens, unos veinte años mayor. Bajo su fuerte espíritu creativo permaneció Van Dyck durante su periodo juvenil.

En 1621 Van Dyck abandonó su ciudad para iniciar un viaje de formación por Italia que le llevaría a ciudades como Génova, Roma, Venecia y Palermo, donde adquirió gran fama especialmente como retratista de la aristocracia. Realizó multitud de retratos en los que combinó magistralmente la soltura de la técnica veneciana allí aprendida, con su capacidad para la captación psicológica.

Cuando en 1628 volvió a Amberes, rivalizó con su antiguo maestro como el retratista más solicitado de la ciudad, a la vez que comenzó a ser requerido como autor de escenas religiosas por la fuerte carga devota de sus composiciones. Es el momento de la mayoría de sus retratos, que incluían todo el espectro de la sociedad relevante asentada en los Países Bajos, como políticos, militares, eruditos, miembros del clero e incluso artistas.

Es el caso del retrato de Don Diego de Mexía, marqués de Leganés, político español que pasó gran parte de su vida al servicio de la infanta Isabel en los Países Bajos. Se presenta en esta obra el personaje de cuerpo entero arropado de toda clase de elementos simbólicos alusivos a su condición de cortesano y militar, como son la espada, la venera de caballero de Santiago, la llave de gentilhombre del Rey o la mesa de despacho. Se trata de una suerte de retrato tradicional, cercano en concepto a las imágenes que por la misma época realizaba Velázquez en España.

El retrato El obispo Jan van Malderen es claramente distinto pero igualmente paradigmático. Sentado en una silla, al modo de los grandes prelados retratados por Rafael o Tiziano, el famoso teólogo y profesor de la Universidad de Lovaina adquiere un aspecto amable de severa erudición y piedad, gracias a la austeridad de los elementos que le caracterizan, reducidos al hábito, la cruz y el libro.

Van Dyck permanecería en Amberes con gran éxito durante varios años hasta 1632, cuando tras una breve estancia en La Haya viajó a Inglaterra, donde residió hasta el final de sus días como el principal retratista de la corte del rey inglés Carlos I. En Londres alcanzó la fama internacional y la posición social que siempre había deseado, teniendo además una influencia fundamental en el desarrollo del género del retrato en la pintura inglesa. [José Juan Pérez Preciado]