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Manuel Viola (Zaragoza, 1916 – San Lorenzo de El Escorial, Madrid, 1987)

Sin título

1961

INFORMACIÓN DE LA OBRA

Acrílico sobre lienzo, 81 × 65 cm

OTRA INFORMACIÓN

Firmado y fechado en el ángulo inferior izquierdo: «61 Viola».

Manuel Viola, componente de El Paso, tuvo una importante trayectoria previa a su participación en este grupo, debido a que perteneció a una generación anterior a la de la mayoría del resto de componentes. Sus comienzos con el arte y la poesía son tempranos. Desde muy joven colaboró en Art, importante revista catalana de vanguardia en la década de los años treinta. Tras la Guerra Civil se exilia, colabora con la resistencia francesa y no regresa a España hasta 1949. Los años previos a su regreso están marcados por el abandono del surrealismo y su conversión a la abstracción informalista, que iniciaba su camino en la vanguardia francesa y de la que Viola llegará a ser uno de sus más radicales representantes. En este sentido, su pintura desarrolla una expresividad y una agresividad llevadas al límite a través de un uso limitado de colores aplicados con un gesto violento, rápido y enérgico.

Esta pintura, sórdida e inquietante, vino a definir una correspondencia con el mundo goyesco de las Pinturas negras que atrajo poderosamente la atención de muchos pintores informalistas españoles. Sin título, como casi toda su obra, muestra esta atracción por un último Goya como forma de acceder a una expresividad límite.

La otra Sin título de 1961 perteneciente a la Colección Banco Santander, muestra igualmente esta revitalización de la dicción goyesca como forma vigente de pintar. La consideración de Goya como un pintor que rompe con la estética imperante en su tiempo y su actitud política, contraria a los principios políticos absolutistas, determinó que en los años sesenta Goya se convirtiese en modelo de artista político y comprometido. Para los artistas de El Paso, que pretendían recuperar la universalidad de la pintura española antigua, Goya era un modelo a seguir. En la Carta de El Paso n.º 3 (verano de 1957), se afirmaba: «Creemos que nuestro arte no será válido mientras no contenga una inquietud coincidente con los signos de la época, realizando una apasionada toma de contacto con las más renovadoras corrientes artísticas. Vamos hacia una plástica revolucionaria –en la que estén presentes nuestra tradición dramática y nuestra directa expresión–, que responda históricamente a una actividad universal.»

La pintura de Viola es una de las que define con mayor precisión la expresividad de un estado de ánimo desgarrado a través de la reducción del color al máximo. Se trata de una reducción hacia colores que refuerzan la manifestación de un estado anímico agónico y existencial: negro y blanco fundamentalmente. Lo que en otra ocasión hemos denominado «el color de la negación del color». [Víctor Nieto Alcaide]