Ferrán García Sevilla (Palma de Mallorca, 1949)
Ocla 3
1983
INFORMACIÓN DE LA OBRA
Óleo sobre lienzo, 195 × 160 cm
OTRA INFORMACIÓN
Firmado al dorso e inscripción en el bastidor: «Ocla 3»
Ferrán García Sevilla pertenece a la generación de artistas que en el tránsito de la década de los setenta a los ochenta dirigió su trabajo a la llamada «pintura-pintura». Se licenció en Historia y doctoró en Historia del Arte en la Universidad de Barcelona, junto a Alexandre Cirici. Con este conoció las tendencias internacionales más recientes y accedió a las revistas que se recibían en los departamentos de Historia del Arte y de Filosofía. Fue profesor en la Facultad de Historia y en la de Bellas Artes de la capital catalana. A principios de los setenta inició su actividad creativa en el ámbito del arte conceptual con una obra crítica y experimental.
Interesado por la teoría del arte, la estética y la sociolingüística, su planteamiento en cierto modo le alejó de las líneas definidas por otros artistas conceptuales. Para él, la principal reflexión se centraba en el arte mismo y en la posibilidad de la pintura como lenguaje específico y forma de conocimiento. Sus inquietudes sobre los límites de la palabra, de la imagen, de lo que se puede o no decir con el lenguaje convencional, serán elementos siempre activos.
Las primeras exposiciones individuales tuvieron lugar en esa época en Palma, en Barcelona y en el Instituto Alemán de Madrid, pero fue a raíz de la muestra colectiva Muermos, celebrada en la barcelonesa galería G en 1977, cuando García Sevilla recuperó la pintura con el consiguiente abandono de su creación conceptual, aunque sin renunciar a sus referentes teóricos. Desde entonces, su pintura se formula como una reivindicación de libertad sin trabas, dando protagonismo a imágenes muy variadas: figuras, signos y grafismos o frases libremente asociados y trazados de manera espontánea. Rehuyendo cualquier virtuosismo técnico en favor de una pintura desbordante, animada por una energía pictórica muy particular, su pintura está colmada de ironía, de sensaciones y de jeroglíficos provocadores.
En 1983 comienza a exponer internacionalmente y a contar con reconocimiento dentro de la «vuelta» a la pintura de los años ochenta, no solo en España (a su generación pertenecen Quejido, Albacete, Navarro Baldeweg...), sino en el ámbito internacional (su obra ha sido relacionada con la de Penck, Basquiat o Baselitz).
Ocla 3 da cuenta de sus nuevos formatos pictóricos y también del tratamiento de la superficie como texturas de pinceladas ágiles y densas. El fondo constituye un suelo fértil, «un territorio físico y simbólico, con entidad propia», tal como formulaba el artista en un texto de 1979. En él se insertan tres elementos: un gran árbol, una mancha azul y un esquemático edificio similar a construcciones imaginarias que aparecen en otros cuadros y dibujos de estos años (como Cora 1 y La ciudad del sol y de la luna). A manera de ideogramas, estas tres figuras pueden ser el resultado de la deconstrucción de un paisaje, pero en manos de García Sevilla se activan más como formas de múltiples sentidos, dejando libre la posibilidad de adjudicarles significado o de dejarlas simplemente como concreciones formales aparecidas en el transcurso de la realización de la pintura. Pero el cuadro terminado es solo un episodio del largo proceso de proyección de formas del acervo imaginario del artista, transmitido aquí mediante procedimientos neoexpresionistas. Es un proceso en el cual la gran formación teórica de García Sevilla parece como si retrocediera ante el acto de pintar; como si no interfiriese en la inmediatez de la aplicación de la pintura, como si esta pudiera decir cosas que el lenguaje o las teorías no llegan a expresar. Este doble componente, aparentemente paradójico, sigue alimentando la pintura de García Sevilla, aunque en su obra posterior se han abierto camino nuevas reflexiones sobre la ciencia y las religiones, especialmente el tantrismo, las culturas orientales o la cosmología. [Carmen Bernárdez]