Lucio Muñoz (Madrid, 1929-1998)
Fisial de Mo
1988
INFORMACIÓN DE LA OBRA
Técnica mixta sobre tabla, 245 × 245 cm
OTRA INFORMACIÓN
Inscripción al dorso: «Lucio Muñoz 1988 / 245 × 245 / Fisial de Mo»
Lucio Muñoz fue uno de los máximos exponentes de la abstracción española del siglo xx. Tras su paso por la Escuela de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), dos acontecimientos marcaron significativamente su trayectoria: su estancia en París en los años 1955-1956, donde entró en contacto con el informalismo que abanderaban pintores como Dubuffet, Fautrier o Wols, y el hallazgo en 1958 de la madera, no solo como soporte, sino también como actor principal de su pintura. A partir de entonces, ese material –con diferentes tratamientos según las épocas– se convirtió en el vehículo de una obra tan anclada en la tradición del arte español como abierta al panorama internacional, una obra rica en connotaciones poéticas y muy atenta a la expresividad de la naturaleza.
Las obras de Muñoz pertenecientes a la Colección Banco Santander permiten un recorrido bastante completo por la trayectoria creativa del pintor madrileño. Tras los inicios informalistas y el hallazgo de la madera a finales de los años cincuenta, su trabajo se consolida en los años sesenta, con una pintura negra y de corte trágico que según avanza la década va ganando color y concretándose en figuras curvas y geométricas mucho más definidas. Un buen ejemplo de este momento es la obra Verano, de la serie Encendida, donde las formas creadas con la madera pintada, tallada, lijada y recortada crean una composición más paisajística y de mayor profundidad que el anterior muro informalista. En esta obra se anuncia una tendencia que será casi norma en su pintura en los años setenta. Se trata del recurso de presentar formas que parecen orgánicas en entornos paisajísticos con cierto aire sobrenatural. Metis Acre responde perfectamente a este patrón: la figura central, que bien pudiera ser un animal, vegetal o mineral, surge en un territorio abrupto, acompañada de una atmósfera sencilla pero misteriosa. Esta separación entre el suelo y el cielo que acoge a los personajes es también un rasgo muy definitorio de su pintura durante los setenta y los primeros ochenta.
En Frío Talus perdura la recreación de personajes y ambientes entre oníricos y sobrenaturales, pero ahora, como en el resto de las obras de estos años, las formas se diluyen, el relieve de la madera es menos abrupto y el día parece haber ido ganando terreno a la noche. El propio artista decía haberse acercado en esta época a «la poética del misterio a plena luz, sin trucos o con trucos más sutiles».
Fisial de Mo es una obra mayor de Muñoz, un verdadero espectáculo de color y de texturas en el que la naturaleza se ha apoderado del cuadro como un torbellino. Tras una crisis de lenguaje a mediados de los ochenta y un fugaz abandono de la madera (sustituida por el papel) como material expresivo, se reencuentra con la pintura en un momento de máxima efervescencia y creatividad. Ha abandonado ciertos tics desde el punto de vista técnico y esto se traduce en una pintura más libre y espontánea, pero que no abandona nunca sus grandes señas de identidad: la madera, la naturaleza, el misterio.
Los años noventa representan la culminación de ese viaje hacia la luz, la desnudez y la simplicidad que recorre toda su trayectoria. En un momento de plenitud creativa y máximo reconocimiento, el artista nos ofrece unas tablas serenas, nobles y casi desnudas. La madera sale a la luz y, sin más aditamentos, en un trabajo de despojamiento máximo, se convierte en el protagonista del cuadro. Como decía Muñoz, después de tantos años «la madera se me ha acabado convirtiendo en pintura». La obra Kial, que culminaría este muestrario selecto de las distintas épocas del artista, es un magnífico ejemplo de ello. [Rodrigo Muñoz Avia]