Julio López Hernández (Madrid, 1930)
Tapia y perro
1972
INFORMACIÓN DE LA OBRA
Bronce, 32 × 27,5 × 30,5 cm
OTRA INFORMACIÓN
Firmado en la base: «JULIO HERNÁNDEZ III / IV»
Los primeros pasos en la formación artística de Julio López Hernández se produjeron en el ámbito familiar, junto a su padre, en el taller de orfebrería que había creado su abuelo; una formación en la que los secretos del oficio, el conocimiento de las técnicas, así como la preocupación por el acabado eran cuestiones dominantes. López Hernández estudió en la Escuela de Artes y Oficios y después en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando (Madrid).
A lo largo de su actividad como escultor, López Hernández ha sabido conjugar principios que venían siendo antagónicos. Por un lado, en sus creaciones hallamos unidos un proceso artesanal junto a una idea de renovación; por otro, en su obra se aprecia una continuidad con las formas propias de la escultura tradicional, en sintonía con una transformación profunda de la mismas. Así, por ejemplo, ha renovado el monumento, la medalla o el relieve, que se hallaban relegados a un protagonismo mínimo; y, siendo miembro de la Escuela Realista de Madrid, al mismo tiempo fue colaborador del gran pintor abstracto de la vanguardia española: Lucio Muñoz. Su escultura «realista» irrumpe en un mundo vanguardista dominado por la abstracción, integrándose en él y convirtiéndose en un nuevo referente de la modernidad. El conocimiento de las técnicas y los procedimientos no han llevado a este escultor a encerrarse en una actividad academicista, sino que le sirven de instrumento para realizar obras en las que supera la realidad tangible y la lleva a una dimensión trascendente. La obra de López Hernández parte de la realidad pero no para imitarla, sino para trascenderla y hallar una nueva dimensión plástica y significativa de lo real.
Tapia y perro es un ejemplo de esta forma de entender la escultura. La representación del muro se convierte en una recreación abstracta que acentúa el carácter de objeto de la obra que «capta» un instante de una acción inadvertida. El tratamiento de los distintos componentes nos traslada a una interpretación conceptual de la realidad contraria a toda idea de mímesis. En la obra de López Hernández abundan las imágenes de una realidad fragmentada y recortada, a la manera de un encuadre de la escultura, lo que acentúa el valor de la representación y le confiere un sentido distinto del habitual. Los temas de su obra son instantáneas de lo cotidiano, fragmentos de lo circundante que desarrollan una nueva poética de lo real. [Víctor Nieto Alcaide]