José Manuel Broto (Zaragoza, 1949)
Sin título
1989
INFORMACIÓN DE LA OBRA
Acrílico sobre lienzo, 230 × 230 cm
OTRA INFORMACIÓN
Inscripción al dorso: «Sin título / Broto»
En 1989, año en que realizó dos de las obras de la Colección Banco Santander, Broto ya contaba con una importante trayectoria pictórica y expositiva, siendo uno de los más reconocidos pintores abstractos españoles. El comienzo de su historia se remonta a su ciudad natal, Zaragoza, donde estudió Magisterio y Artes y Oficios, aunque él se considerará un autodidacta en pintura. Allí también realizó su primera exposición individual en 1968 y conoció la obra y estética del grupo francés Support-Surface, compartiendo su interés por una estética abstracta y reduccionista y defendiendo la validez de la pintura frente a prácticas artísticas conceptuales y tecnológicas. A principios de los años setenta Broto explora la geometría, buscando formas de ordenación compositiva que le llevarán a los cuadros minimalistas y monocromáticos que realizará ya en Barcelona, donde se traslada en 1972. Con él van también sus amigos los pintores Javier Rubio y Gonzalo Tena y el escritor Jiménez Losantos, y junto a los catalanes Xavier Grau y Alberto Cardín potenciarán el grupo surgido inicialmente en Aragón, fundando la revista Trama en Barcelona. Allí, además de la abstracción pictórica francesa, Broto conocerá la obra de Tàpies, que será una referencia importante en su producción. Composición abstracta en negro corresponde con la estética minimalista de esta época. Un espacio geométrico plano, acotado como un rectángulo dividido verticalmente en dos y realizado como una sutil piel de carboncillo de suaves texturas transparentes, dialoga en su dimensión más abstracta con el austero fondo del papel.
El grupo Trama contó con el apoyo explícito de Tàpies, que escribió en 1976 el texto del catálogo de la exposición de Broto, Grau, Rubio y Tena en la galería Maeght de Barcelona. Ese mismo año estuvieron representados en la Bienal de Venecia.
Los cuadros minimalistas de Broto en los setenta planteaban una búsqueda del espacio pictórico y poseían una gran contención en sus pinceladas y cromatismo en blancos y agrisados. En los años finales de la década plantearán una pintura más próxima al expresionismo abstracto americano, aunque sin olvidar la pintura europea y a Cézanne. También se abrirá paso la estética oriental. A principios de los años ochenta, en el cuadro se produce una mayor tensión dinámica. El fondo se enriquece en cromatismo y se construye con transparencias y gestos espontáneos que forman lazos, líneas, marcas del recorrido de la brocha haciendo bucles y formas de apariencia aleatoria.
En 1985 Broto se instala en París, donde permanecerá diez años, y diez años más tarde obtendrá el Premio Nacional de Artes Plásticas. Al nuevo pulso que introduce en sus obras al trasladarse a la capital francesa se une la continua referencia a la música, sentida y entendida como un lenguaje abstracto que el pintor evoca en sus cuadros dedicados a Messiaen o Bach, entre otros compositores. De 1989 datan algunos de esos homenajes. Sin título y La señal II, también de 1989, dan cuenta de una manera de pintar reducida en su colorido pero muy rica en matices, transparencias y acumulaciones del acrílico diluido. En Sin título, un trazo rojo oscurecido recorre la composición como un grafismo que flota sobre la oscuridad irregular del fondo. Los tonos de color se apagan para conceder mayor visibilidad al rectángulo claro suspendido en la parte superior. Como un testigo de la geometría que Broto había explorado años atrás, o tal vez como homenaje a las primeras abstracciones del siglo XX, el rectángulo se instala como un contrapunto racional sobre el campo caótico de la pintura.
Otro rectángulo aparece en La señal II, una obra luminosa en la que la pintura líquida define recorridos del pincel que evocan el correr del agua. Las series Journées, de este periodo, poseen esta referencia al agua como resultado del interés de Broto por los estudios del agua de Leonardo da Vinci. El rectángulo negro y rojo parece caer arrastrado por las manchas acuosas. El cuadro relaciona esa razón de la forma geométrica con la forma vital de sus pinceladas. [Carmen Bernárdez]