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Niki de Saint Phalle (Neuilly-sur-Seine, Francia, 1930 – La Jolla, California, Estados Unidos, 2002)

Bailarina

1966

INFORMACIÓN DE LA OBRA

Resina de poliéster policromado, 120 × 143 × 55 cm

Cuando en 1966 la artista francesa Niki de Saint Phalle construía una figura gigante en el Moderna Museet de Estocolmo –trabajando a gran escala como muchos de sus contemporáneos– y la titulaba Hon (Ella), dejaba claro que pasaría a la historia como una de las precursoras del «arte feminista» que en la década siguiente iba a florecer en ciudades como Nueva York. La figura femenina gigante de Saint Phalle estaba tumbada, con las piernas dobladas y las plantas bien pegadas al suelo, así que los espectadores entraban al lugar-escultura por la vagina para darse de bruces con un juego inesperado: el cuerpo femenino había dejado de ser tabú, prohibido, y se volvía humorístico y desmitificado. Nada de esconder lo obvio de la anatomía femenina como había hecho la historia del arte durante siglos: en la obra de Saint Phalle el misterio se hacía lúdico y el visitante se encontraba por sorpresa con lo negado, algo que ocurriría en la década posterior con las artistas feministas y su recuperación de lo borrado de la vida, sexual también, de las mujeres.

Era, sin duda, su respuesta a algunas de las representaciones de artistas pop como Tom Wesselmann o el inglés Allen Jones, quienes habían idealizado o banalizado la imagen de la mujer con algo de pin-up, sexy y sumisa, a través de sus pinturas o esculturas. De hecho, la puesta en escena de una mujer anticanónica y, en especial, llena de humor es, sin duda, la aportación esencial de esta artista ligada a los nuevos realistas franceses, próximos a los asuntos de la vida cotidiana, como los pop, si bien enfatizando cierto lado neodadaísta, trabajando a partir de deshechos y encuentros imposibles de objetos.

La propia Saint Phalle inicia su carrera con la construcción de este tipo de collage realizado con objetos de desecho, aunque no tarda en centrarse en sus famosas Nanas, mujeres grandes y casi monstruosas, con algo de juguete y de juego, que pinta luego en colores brillantes, hasta cierto punto imitando algunas muestras de artesanía. En este tipo de esculturas plantea la idea de la alta cultura como algo que es necesario revisar y reescribir –el uso del material y la factura son elocuentes– y la imagen de las mujeres como un territorio trastocado respecto a las exigencias de la época. De este modo, las citadas pin-ups se vuelven grotescas, denunciando las manipulaciones en las construcciones de lo femenino, y sus anatomías anticanónicas, que en ocasiones convierte en piel negra y reenvían a cierta subversión que, como se ha dicho, enlaza con las propuesta de la década posterior. [Estrella de Diego]