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Cirilo Martínez Novillo (Madrid, 1921-2008)

Paisaje

1966

INFORMACIÓN DE LA OBRA

Óleo sobre lienzo, 81 × 100 cm

OTRA INFORMACIÓN

Firmado en el ángulo inferior derecho: «Martínez Novillo»

El mundo artístico de Cirilo Martínez Novillo, que podemos enmarcar en los géneros clásicos de la pintura como el paisaje, el bodegón o el retrato, es el resultado de una permanente búsqueda de lo esencial, un largo camino hacia la simplificación o el arte del despojamiento de lo prescindible. Nacido en el barrio madrileño de Vallecas, inició su formación en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid y durante la Guerra Civil ingresó en la Escuela Superior de Pintura, recibiendo las enseñanzas de Daniel Vázquez Díaz. En la Escuela conoció a algunos de los pintores vinculados a la llamada Escuela de Madrid: Álvaro Delgado, Gregorio del Olmo, Luis García Ochoa o Francisco San José. Compañeros de generación y de experiencias comunes, tuvieron hasta cierto punto una identidad original compartida, como fue su nueva forma de sentir el paisaje castellano, pero también importantes diferencias que se fueron acusando con el tiempo. En 1954 conoció a Benjamín Palencia y aunque no formó parte de la Segunda Escuela de Vallecas, fue junto a Vázquez Díaz el pintor que dejó una mayor impronta en su trayectoria. En los años cincuenta y sesenta realizó varios viajes a París con distintas becas; una de ellas, concedida por la Fundación Juan March, le permitió estudiar grabado en el taller de W. Hayter.

Nunca fue un pintor del natural, siempre tomó notas ante la naturaleza para después llevar a cabo la imprescindible recreación de la impresión en el estudio. En los tres paisajes fechados en 1966 que se conservan en la Colección Banco Santander, podemos observar la rotundidad del trazo y unos empastes muy matéricos con los contornos muy recortados, a la manera de Georges Rouault. El pintor evita en todo momento lo superficial, a pesar de la aparente intrascendencia del tema elegido, y descubre tras las apariencias una sustancia de perfiles muy sólidos.

Desde finales de los años sesenta, en la obra de Martínez Novillo se produjo una profunda depuración en el color y en la temática hasta convertirse en una leve y casi anecdótica referencia a la realidad, como vemos en Paisaje con figuras o Paisaje castellano. El artista opta por una organización del espacio que concentra en la línea del horizonte los temas centrales de los cuadros, tal y como sucede en Caminantes, en el que la luz ámbar acentúa el carácter dramático del celaje. El proceso de esencialización sigue su curso a través de una drástica disminución de las referencias figurativas, los paisajes están dominados por grandes espacios y grandes vacíos y asistimos a una creciente introducción de la luz como elemento definidor de los mismos. De esta manera, Caserío incita a la meditación plácida, pero sin perder la fuerza de sus obras de primera época, y explica esta labor de contención y purificación llevada a cabo por el pintor. [Genoveva Tusell García]